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Santiago, Chile
Magíster en Administración y Dirección de Empresas de la USACH. Ingeniero de Ejecución en Finanzas de la UDP.

sábado, 31 de mayo de 2008

Mezcla de Financiamientos

Un estudiante del ramo de finanzas de largo plazo, comenzó a recopilar información de los diferentes autores que hablaran sobre los tipos de financiamientos permanentes y su mezcla óptima. Al cabo de unos días se percató que los autores que recolectó en su búsqueda, se limitaban a entregar algunas definiciones y fórmulas para calcular el costo de capital de las mezclas que ellos planteaban en sus ejercicios. Sin embargo, no entregaba criterios para determinar la mejor mezcla de financiamiento.

Un buen día este estudiante fue donde su amigo Giovanni, él estaba haciendo los preparativos para levantar una pequeña muralla en el patio de su casa. Giovanni repartía afanado pala en mano, la arena de ripio desparramada en el suelo, dibujando un semi círculo, echaba el cemento que mezclaba con la arena de ripio. Al cabo formó una masa homogénea, una extensión de un color. El estudiante recordó su interés por determinar la mezcla óptima de financiamiento, y le preguntó a su buen amigo: ¿En qué momento sabes que el amasijo está a punto? Su amigo le respondió: cuando la compenso con el agua. Cuando el líquido se pierde en la masa, sin dejar posas o sequedades, ahí la mezcla está bien preparada.

El buen estudiante se fue a sus elucubraciones teóricas, razonando y relacionando los comentarios de su amigo. Se dijo entonces: cualquier combinación entre patrimonio y deuda no funciona por sí sola, pues ella cumple su rol dependiendo del nivel de liquidez que se incorpore a dicho amasijo.

Transcurrido varios meses, el estudiante escribió lo siguiente:
Todos los activos de la empresa, independiente de su giro o si sus capitales son de origen gubernamental o de manos privadas, llevan en sí mismas una fuerza que hace que tiendan a la liquidez. Las facturas por cobrar y los inventarios, tienden a convertirse en dinero en el corto plazo, en cambio, otros activos requieren de un mayor tiempo para consumirse totalmente en dinero. Esos activos son los llamados: activos fijos. Pero, no todos son capaces de entregar liquidez en el largo plazo, pues existen otros que carecen de esta facultad, ellos no cuentan con una fuerza interna hacia la liquidez.

La liquidez del activo fijo está dada por la cuota de depreciación. Mediante este monto, técnicamente calculado, se incorpora al determinar el costo unitario de venta, sin embargo, como no es un desembolso efectivo realizado por la empresa, la venta cubrirá todos los costos, sin embargo deja disponible en caja el valor costeado por concepto de depreciación y la ganancia. De este modo, el activo fijo se introduce lentamente a la caja, mediante la figura de depreciación del ejercicio. Sin embargo, ella opera solamente a partir de niveles de venta iguales o mayores al punto de equilibrio.

Si una empresa adquiere una máquina cuyo valor es de 5.000 unidades monetarias, y cuenta con una vida útil de 5 años, se dice que su tendencia a la liquidez corresponde a 5 años, es decir, genera saldos de caja de largo plazo en un tiempo de 60 meses, y durante ese plazo aportaría a la caja[1] 1.000 unidades monetarias cada año.

Si esta empresa en su ejercicio, no ha obtenido ganancias, es decir, la empresa se encuentra en su punto de equilibrio[2], en donde la cuota anual de depreciación es de 1.000 unidades monetarias. Las ventas y los costos son pagados al contado. Si esto fuera así, la cuota de depreciación debería estar en el balance general de la empresa, en la cuenta caja, por un monto de 1.000 u.m.

Estado de Resultados y la liquidez de la depreciación
Estado de Resultados
Ingresos de la Explotación
10.000 u.m.
Costos Variables
4.000 u.m.
Margen de Contribución
6.000 u.m.
Costos Fijos
5.000 u.m.
Depreciación Anual
1.000 u.m.
Resultado Antes de Imptos.
0 u.m.
Impuestos
0 u.m.
Resultado Neto
0 u.m.

Como lo muestra el ejemplo, si la empresa no obtiene utilidades y cuenta con una cuota de depreciación determinada, la empresa al recaudar el producto de la venta, se encontrará con una porción de la cuota de depreciación en cada cobro realizado a sus clientes, lo que permite al activo fijo convertirse en dinero, con flujos de caja de largo plazo.


Efecto de la depreciación en caja
Flujo de Caja
Recaudación del período
10.000 u.m.
Pagos por servicios del período
4.000 u.m.
Pagos habituales del período
5.000 u.m.
Impuestos
0 u.m.
Saldo de Caja del período
1.000 u. m.

En la práctica dicho proceso de acumulación de la depreciación en caja no se produce en su totalidad en el mismo momento, por causa del comportamiento del período promedio de cobranzas de la empresa. La liquidez de la cuota de depreciación es real y efectiva cuando la empresa mantiene ventas a niveles iguales o superiores al punto de equilibrio.

Este caudal de liquidez de largo plazo, le da razón de ser a la estructura de financiamiento de largo plazo, pues así como el maestro albañil se afana preparando el mortero, sabe que ese trabajo no está terminado hasta que introduce el agua justa para que la mezcla rinda su fruto. Por tanto, la estructura de deuda no tiene sentido para el gerente de finanzas, sin antes conocer la estructura de liquidez de los activos de largo plazo. Este razonamiento es obvio, pues la estructura de deuda se mantiene porque los activos crean la suficiente liquidez para alimentarla.

Aquí no tiene que ver el rendimiento del activo y tampoco el costo de capital, puesto que la máquina que se adquirió fue la mejor alternativa dadas las condiciones y las oportunidades existentes, así también el costo del financiamiento es el apropiado dadas las condiciones y las oportunidades que prevalecían en ese entonces[3]. La mejor mezcla de financiamiento, no es la que mejora el costo de capital sino aquella que asegura la rentabilidad, a su vez, ella está asegurada cuando el diseño de la estructura de financiamiento es coherente con la liquidez de la empresa. Dicho más apropiadamente: la liquidez que posee la empresa asegura cierto nivel de rentabilidad, la que es capaz de pagar los costos necesarios.

Laborioso debe ser el empeño en establecer la liquidez de las inversiones de la empresa y de ella, la estructura de la deuda. Su costo de financiamiento es sólo el residuo de las opciones tomadas sobre la base de las circunstancias y oportunidades imperantes. La estructura de liquidez de los activos no se diseña, solamente existe, en cambio, la mezcla de financiamiento debe diseñarse sobre la base de la liquidez que emana naturalmente de esos activos. Construir porciones de deuda sin este análisis es lo mismo que sacar conejos de la chistera.

A la capacidad y momento que posee el activo de largo plazo para generar caja, debe anudarse a determinada estructura de financiamiento –la mezcla que sea-, pero capaz de no contribuir a la insolvencia. Sí, pues en el caso que el pago de la deuda sea mayor que la cuota de depreciación, el gerente de finanzas deberá tomar saldos de caja ajenos -generados por otros activos de la empresa- para cubrir el desfase que provoca la mala estructura de financiamiento de largo plazo. En este caso, el gerente de finanzas no distingue si el sobregiro de la caja es producto de diferenciales de capital de trabajo o bien, por una inadecuada estructura de deuda de largo plazo, que está colisionando con la actividad de corto plazo. No sabe que al estructurar erróneamente la deuda sin considerar la liquidez del activo que financia, crea un gen virulento que infectará la caja.

La estructura de liquidez de los activos fijos determina el diseño de la estructura de endeudamiento. Aquello que la deuda sobrepase a la fuerza interna hacia la liquidez del activo, debe ser financiado con patrimonio. Dicho equilibrio es medular para mantener la operación en el largo plazo, sin arriesgar la liquidez por sobre lo recomendable.

La estructura de financiamiento muestra solidez medular cuando mantiene una relación directa con la liquidez del activo de largo plazo. En la medida que esta relación se aleje, trae consecuencia a la rentabilidad, porque arrastra efectos sobre la liquidez. Es decir, si la mezcla de financiamiento exige más de la cuenta los saldos de caja, la empresa enfrentará problemas para alcanzar la rentabilidad deseada, por el contrario, si la mezcla de financiamientos está cargada con fondos aportados por los dueños, los saldos de caja sobrepasarán los niveles pertinentes de liquidez, y por ende, la empresa desperdiciará oportunidades para rentabilizar la inversión.

La solidez medular es la relación exacta que no crea saldos o déficit de caja marginales. Es la posición adoptada por el gerente general y los dueños del capital en cuanto a la problemática que enfrentará el responsable de las finanzas de corto plazo, día a día. Su determinación apropiada es un avance en la estrategia financiera, de modo de concentrar las actividades y la implementación de tácticas orientadas a mejorar la rentabilidad de la explotación y no dedicar horas en resolver niveles de insolvencia provocados por la mala mezcla de financiamiento.
[1] Cálculo de la cuota de depreciación: (5.000 – 0) / 5 años = 1.000 u.m.
[2] El punto de equilibrio corresponde a determinado nivel de ventas que solamente cubre la totalidad de los costos, sin ningún remanente por concepto de utilidad.
[3] Difícilmente se podría pensar que el gerente de finanzas está buscando financiamientos con las máximas tasas de interés. Por tanto, el costo del capital no es más que un dato de corto plazo.

viernes, 30 de mayo de 2008

Sobre el Fondo de Maniobra

A diferencia de los principios contables, en el campo de las finanzas de corto plazo existen otros[1] que poseen su propia ley, llegando a constituirse como la sangre de la estructura patrimonial de la empresa, y por tanto, el elemento central de análisis al momento de preparar las estrategias y la planeación financiera.

En un sentido más general, los principios financieros gobiernan la capacidad que poseen los activos para crear saldos de caja por sí solos. Por el otro lado, los principios financieros gobiernan la capacidad que poseen los pasivos para consumir aquellos saldos de caja creados por los activos. Claramente, en la práctica, dicha relación no posee el mismo comportamiento que los principios contables, por lo que analizar el balance general de la empresa desde esta perspectiva, no permitirá indagar las reales bondades de la actual estructura patrimonial definida para materializar los planes de desarrollo y crecimiento de la empresa.

Al estudiar el comportamiento de los principios financieros que yacen en la estructura patrimonial, se observará que éstos en sí mismos no se concilian naturalmente, puesto que están haciendo que las inversiones produzcan liquidez en momentos distintos al exigido por los financiamientos. O por el contrario, los financiamientos necesitan satisfacerse de cierta liquidez cuando los activos no han generado suficientemente saldos de caja. Virtualmente es un desorden.

Contablemente el balance general está perfeccionado cuando se cumple el principio de partida doble y eso ocurre siempre. Sin embargo, en las finanzas[2], las masas patrimoniales del balance general no se debe hacer ningún esfuerzo para conciliarlas, puesto que esto es un trabajo inútil. No es posible equilibrar las fuerzas de los principios financieros, más aún, si teóricamente llegase a equilibrarse, las masas patrimoniales de manera natural se descompensarán y por ende, se desequilibrarán.

El desequilibrio financiero ocurre a cada instante, puesto que a cada momento se modifican los saldos de caja, de cuentas por cobrar e inventario; lo mismo ocurre con las cuentas por pagar y los préstamos a devolver, en fin, esta característica yace en las masas patrimoniales. No es un proceso dialéctico entre equilibrar y luego desequilibrar, para que finalmente emane una estructura nueva. El desequilibrio financiero es un sin fin conductual, es un flujo desestructurado que se procrea a sí mismo recursivamente.

Como ya se ha explicado profusamente en los ensayos de “Los principios financieros” y “El umbral de insolvencia como motor de rentabilidad superior”, el desequilibrio financiero es un estadio inexorable de las masas patrimoniales. Sin embargo, dichos desequilibrios naturales son posibles de intervenir a favor de los fines de rentabilidad. El conocimiento de los principios financieros es el eslabón necesario para unir este fenómeno con la racionalidad técnica de las finanzas para potenciar la rentabilidad en desmedro de la liquidez.

Esta dicotomía no presenta una fácil resolución para gerente de finanzas e incluso por parte del gerente general de la empresa. Esta especie de curva de indeferencia entre rentabilidad y liquidez, se inclina habitualmente a favor de mantener saldos de efectivo para abordar coyunturas sin recurrir a otras fuentes de financiamiento aparentemente más caras, o tal vez por el impedimento de acceder a estas fuentes. No obstante, para que el gerente de finanzas opere dentro del umbral de insolvencia sin incrementar los riesgos de default, debe abandonar las prácticas de mantener saldos de caja por motivaciones de seguridad o especulación.

La teoría del desequilibrio financiero identifica al capital de trabajo[3] funcional[4] como una fuente de liquidez de corto plazo para apalancar financieramente la rentabilidad, teniendo presente cierto nivel solvencia necesaria para la empresa. Desde esta perspectiva, el fondo de maniobra es la fuente de largo plazo que cubre parte del capital de trabajo, asegurando el desempeño del desequilibrio financiero, para obtener una rentabilidad dado cierto nivel de capital de trabajo funcional.

El capital de trabajo funcional es en esencia un generador de liquidez de largo plazo, es por esta razón que es financiado con fuentes de carácter permanente, ya que dicha capacidad de producir saldos de caja es colisionada por la capacidad del pasivo de largo plazo para exigir o extraer dichos saldos de caja. Cuando la empresa aumenta los niveles de venta, también aumentan las inversiones en capital de trabajo, pero las masas patrimoniales permanentes son generalmente más lentas en reaccionar, es por eso que el gerente de finanzas toma créditos de corto plazo, los que serán pagados por la liquidez que creará la venta incremental.

El capital de trabajo es una cuantía que se mejora o empeora con la administración del ciclo de maduración, pero nada más se puede optimizar. Es una inversión que en esencia no depende del gerente de finanzas, es algo más bien dado por la lógica del sector industrial que habita la empresa. Lo que sí es de facultad del gerente de finanzas es lo relativo a la administración del fondo de maniobra. Como ya se ha explicado, las fuerzas internas hacia la liquidez que posee el capital de trabajo son de un horizonte de largo plazo y por ende, requiere de un financiamiento del mismo plazo.



[1]Los activos y pasivos de las empresas se conducen básicamente por dos principios financieros, a saber: fuerza interna hacia la liquidez y fuerza interna hacia la exigibilidad. Estos principios financieros hablan de la capacidad y momento que el activo posee para convertirse en efectivo o dinero, y en su contrapartida, la capacidad y momento que posee el pasivo para convertirse en exigible. Se habla de la capacidad del activo, al referirse a la cantidad de dinero que este es capaz de entregar a la caja. La capacidad del pasivo, tiene relación con el monto de dinero que exige aquel, para servir un compromiso de pago. Se habla de momento, para especificar el instante en que determinada cantidad de dinero generada por el activo, está realmente en caja, o bien, la fecha en que determinado monto debe ser extraído de la caja por exigencia del pasivo.
[2] Existen diferentes y amplias explicaciones respecto al desequilibrio financiero y las masas patrimoniales. Sin embargo, y curiosamente son interpretaciones a partir de los principios contables y no precisamente de las fuerzas internas de los principios financieros. Por tanto, el objeto de estudio está acotado por un prisma contable, por lo que sus conclusiones no se constituyen como una fuente de análisis de la cosa financiera.
[3] Gitman y otros autores americanos y europeos llaman al fondo de maniobra y al capital de trabajo neto de manera indistinta. Aunque Joan Massons i Rabassa, menciona en su libro “Finanzas. Diagnóstico y planificación a corto plazo” que el fondo de maniobra es aquella porción de capitales permanentes destinadas a financiar activo circulante. Sin embargo, esta definición y las otras no guardan relación con el tratamiento del problema financiero aquí expuesto.
[4] El capital de trabajo funcional es aquella inversión asociada al ciclo de maduración, que no es financiada por fuentes espontáneas, en un horizonte de largo plazo.

El Umbral de Insolvencia

Se enseña en las aulas la correspondencia entre la liquidez y la rentabilidad, evocando el adagio a mayor riesgo, mayor rentabilidad. Sin embargo, cuáles son las implicancias de dicha sentencia para las labores del gerente de finanzas?

Al hablar de riesgo y rentabilidad, se hace alusión a propiedades o principios rectores que las hacen ser de manera particular. Por ejemplo, si una empresa ingresa a un sector industrial es porque obtendrá tasas de retorno que cubren el costo alternativo del capital más una ganancia. Si la empresa comienza a apalancar la rentabilidad mediante endeudamiento bancario, hará que el dueño del capital aporte relativamente menos recursos financieros y por tanto, obtendrá mejores resultados que si este financiamiento no existiere. Dicho de otro modo, en tanto la empresa aumenta la deuda, más levanta la rentabilidad del capital social o patrimonio. ¿Cuál es el riesgo?

La empresa comienza a ser conocida por los diferentes tipos de proveedores y acreedores que operan en la industria. El Interés de la empresa es que dichos acreedores sean una especie de “inversionistas” a los cuales deberá entregar parte de su beneficio en determinado momento mediante el pago por los servicios prestados. Son cooperadores para que el dueño obtenga la rentabilidad deseada. El problema surge cuando la empresa no es capaz de generar la suficiente caja para enfrenta las obligaciones acordadas con éstos “inversionistas”, los que en determinadas circunstancias decidirán no continuar cooperando económicamente con el negocio de la empresa.

El riesgo asociado a la rentabilidad, es la probabilidad que la empresa no sea capaz de responder a las obligaciones contraídas al momento de adquirir un activo y el peligro de esto, radica en que en determinadas circunstancias los acreedores pueden pedir la quiebra de la empresa. Es por eso que el gerente de finanzas debe establecer una correspondencia entre los diferentes componentes del activo y pasivo en base a los principios financieros[1]. De este modo, la deuda siempre está adecuadamente conformada cuando está definida respecto a la capacidad y momento en que el activo produce liquidez, y por ende, dicha deuda debería presentar un buen desempeño[2], hablando en un sentido económico. Es por esta razón, que el riesgo está conectado a una potencial insolvencia provocada por una inadecuada mezcla de financiamiento en cuanto a la capacidad y momento que posee el activo para crear caja.

Si en la teoría la relación riesgo – rentabilidad se correlaciona de manera directa, lo hace solamente cuando existe una estructura de financiamientos razonablemente adecuada respecto a la producción de liquidez del activo. Sin embargo, esta correlación es inversa cuando la empresa posee una insolvencia plena, es decir, cuando la empresa contiene en su estructura financiera un gen que la incapacita para cumplir con sus compromisos: a máximo riesgo, nula rentabilidad.

Ahora bien, si se lleva a la empresa a un laboratorio para conocer el riesgo límite necesario para obtener la máxima rentabilidad, debería modelarse una situación intermedia entre su correlación directa y el momento en que dicha correlación se hace inversa. En otras palabras, ¿cuál es el área en que la empresa es lo suficientemente ilíquido sin modificar el riesgo de default?

Para responder la pregunta, deben revisarse algunos aspectos que subyacen a las reflexiones anteriores. Si la empresa posee una posición de liquidez holgada, se puede inferir que no está alcanzando la máxima rentabilidad, pues como ya se ha devela, “el techo de la rentabilidad está momentos antes de que la liquidez caiga plenamente al suelo”. Entonces debe existir un área o si se quiere expresar: un borde respecto al momento y la cuantía necesaria para no caer en quiebra y no ser lo suficientemente líquido, de modo de no mantener saldos de caja no productivos.

Al recordar las razones que enumera el padre de la economía Mr. Adam Smith, relativas a las causas del por qué se posee dinero, permite responder las interrogantes planteadas. La empresa debe su razón de ser ante la oportunidad de obtener ganancias atractivas basadas en la explotación del negocio. En estas labores, la actividad financiera y económica arrojan determinados saldos de caja de tiempo en tiempo, saldos que son utilizados como medio de cambio, especulación o bien, seguridad. En atención a lo dicho, los únicos saldos efectivamente productivos son aquellos que se utilizan como medio de cambio o lo que es lo mismo: medio de pago. El resto de los motivos que ameritan tener saldos, no son productivos.

Toda inversión tiene un costo de financiamiento, si la empresa solamente es financiada por capitales del dueño, los saldos de caja poseen el más alto costo que pudiera tener esta inversión, por lo que mantener dichos saldos es la peor decisión racional que pudiera adoptar el gerente de finanzas. En cambio, si la empresa cuenta con endeudamiento, el costo del saldo de caja es la tasa ponderada de los capitales que financian, sin embargo, esta inversión no está aportando nada a la producción de la riqueza, por tanto, el costo pagado por estos saldos de caja no cuentan con un ingreso de fondos que la soporte y devengue alguna ganancia aunque no sea pingüe. Mantener saldos de caja en costoso y no reporta utilidad alguna, a no ser que dicho saldo se invierta en un activo ajeno a la explotación que reporte una tasa mayor al medio de financiamiento de dicho saldo, cosa que en la realidad no sucede. Por tanto, desde el punto de vista de la racionalidad pura, mantener saldos por especulación y seguridad aminora la rentabilidad, puesto que dichos motivos no contribuyen a la creación de la renta. ¿Cuál es el área o borde en que la empresa levanta la rentabilidad sin caer en riesgo de default?

El área en que la empresa está con cierto nivel de insolvencia, es cuando abandona las prácticas o políticas de mantener saldos de caja, ya sea por especulación o seguridad, puesto que malogran la rentabilidad. Solamente mantiene saldos de caja como medio de pago de los asuntos propios del negocio. Esta práctica significa que la empresa habita en el umbral de insolvencia, franja o ámbito que bordea la iliquidez sin afectar el riesgo de default, en donde se tiende a maximizar su correlación con la rentabilidad.

Entonces, al mencionar la relación riesgo – rentabilidad, se está diciendo que la rentabilidad alcanzada por una empresa, requirió de cierto nivel de insolvencia. De esto se deduce que, si la empresa muestra determinada cota de rentabilidad con una razón de liquidez holgada, implica que en el ejercicio de dichas labores, el gerente de finanzas optó por abandonar o alejarse del umbral de insolvencia.

Aunque esta relación está presente en secreto al interior del balance general de la empresa, el gerente de finanzas tiene la función de detectar dichas realidades al amparo de los principios financieros, con el fin de alcanzar niveles de rentabilidad superior.

El umbral de insolvencia -en el amplio sentido- es un motor adicional que permite mejorar la rentabilidad. Sin embargo, su aplicación depende del conocimiento de los principios financieros y cómo estos gobiernan las masas patrimoniales de la empresa. El umbral de insolvencia es sólo un concepto que habla de un proceso financiero específico y no aspira a representar algún aspecto teórico o imaginario de las labores del gerente de finanzas. Es más bien, una distinción técnica, de ejecución mediante el adecuado diseño de la ingeniería financiera de corto plazo, y busca apoyar la creación de valor en la dicotomía entre liquidez y rentabilidad.

[1]Los activos y pasivos de las empresas se conducen básicamente por dos principios financieros, a saber: fuerza interna hacia la liquidez y fuerza interna hacia la exigibilidad. Estos principios financieros hablan de la capacidad y momento que el activo posee para convertirse en efectivo o dinero, y en su contrapartida, la capacidad y momento que posee el pasivo para convertirse en exigible. Se habla de la capacidad del activo, al referirse a la cantidad de dinero que este es capaz de entregar a la caja. La capacidad del pasivo, tiene relación con el monto de dinero que exige aquel, para servir un compromiso de pago. Se habla de momento, para especificar el instante en que determinada cantidad de dinero generada por el activo, está realmente en caja, o bien, la fecha en que determinado monto debe ser extraído de la caja por exigencia del pasivo.

Los Principios Financieros

La palabra “principio” viene del latín princĬpium, y se define como el primer instante del ser o existencia de una cosa. Es la base, el origen, el fundamento o razón fundamental sobre la cual se discurre, en última instancia: son las propiedades de una cosa en particular que hace que ella sea como tal.

Aunque desde el punto de vista financiero, estas definiciones parecieran inservibles o inoficiosas, una mirada más de cerca a nuestros dichos y creencias en nuestro mundo de números y rentabilidades, repletas de valores presentes y riesgos calculados, veremos que los principios están más junto a nosotros que muchas otros preceptos económicos y financieros.

Por ejemplo los activos y pasivos de las empresas, se conducen básicamente por dos principios financieros, a saber: fuerza interna hacia la liquidez y fuerza interna hacia la exigibilidad. Al igual que cuando hablamos de la relación riesgo-rentabilidad estamos haciendo alusión a propiedades de dos cosas que las hacen ser de manera particular. Esta relación tiene su esencia y es conocida por todos nosotros al decir: mayor riesgo es sinónimo de mayor rentabilidad. Aquí hacemos alusión a una característica, a una propiedad del ser en particular, en fin: a un principio que da origen a determinado comportamiento financiero y económico que envuelven a los activos y pasivos de la empresa, y que por cierto, nos impulsan a tomar decisiones.

Pues bien, los principios financieros tienen relación con el primer instante del activo o pasivo en cuanto a su ser, y son la base inicial de conocimiento antes de tomar decisiones financieras. Estos principios financieros, hablan de la esencia financiera que poseen los activos y pasivos. De sus características esenciales, es decir, la capacidad y momento que el activo posee para convertirse en efectivo o dinero, y en su contrapartida, la capacidad y momento que posee el pasivo para convertirse en exigible.

Se habla de la capacidad del activo, al referirse a la cantidad de dinero que este es capaz de entregar a la caja. La capacidad del pasivo, tiene relación con el monto de dinero que exige aquel, para servir un compromiso de pago.

Se habla de momento, para especificar el instante en que determinada cantidad de dinero generada por el activo, está realmente en caja, o bien, la fecha en que determinado monto debe ser extraído de la caja por exigencia del pasivo. Todo activo tiene un financiamiento y por ende, quien lo provee, el cual en determinando momento reclama para sí dicha riqueza a una tasa de ganancia determinada. Por esta razón se habla de principios, porque hace alusión a aspectos que son la esencia del comportamiento del activo y del pasivo. Ambos, poseen una capacidad específica de entregar dinero a la caja y de extraerlo de ella, como también, ambos, poseen un momento determinado para ejecutar dicha acción, y ese momento es algo que es propio, connatural, ya sea, de los activos o de los pasivos.

Sobre los principios de la relación riesgo – rentabilidad, entendida como una correlación peculiar dentro de las finanzas, en donde su comportamiento refleja de manera automática si el resultado es bueno o malo para los fines establecidos. Por ejemplo, si la empresa está obteniendo alta rentabilidad, se concluye que ha sido asumiendo un alto riesgo. Sin embargo, al hablar de riesgo, a que se hace alusión?

La empresa ingresa a un sector industrial porque obtendrá tasas de retorno que cubren el costo alternativo del capital más una ganancia. Si la empresa comienza a apalancar la rentabilidad mediante endeudamiento, obtendrá mejores resultados que si no incorpora estas políticas financieras. Dicho de otro modo, en tanto la empresa aumenta la deuda, más apalanca la rentabilidad del capital social o patrimonio. ¿Cuál es el riesgo? ¿el riesgo es el hecho que la empresa comienza a pertenecer a terceros “inversionistas/Acreedores”? o bien, el riesgo está asociado a que en algún momento de la operación, la empresa no sea capaz de generar la suficiente caja para pagar la rentabilidad exigida por dichos “inversionistas/Acreedores”? Son dos riesgos distintos: el primero, depende de la relación de endeudamiento o leverage, en cambio el segundo, de la capacidad y momento que posee el activo para generar caja, de modo de hacer frente a los compromisos pactados.

El riesgo asociado a la rentabilidad, es la probabilidad que un activo no sea capaz de responder a las obligaciones contraídas al momento de su adquisición y el peligro de esto, es que en determinadas circunstancias los acreedores pueden pedir la quiebra de la empresa. Es por eso que el administrador financiero debe establecer una correspondencia entre los diferentes componentes del activo y pasivo. De este modo, la deuda siempre está bien conformada respecto a la fuerza interna hacia la liquidez del activo, y debería presentar un buen desempeño[1] económicamente. Es por esta razón, que la deuda no representa en sí misma un riesgo, más bien, el riesgo está conectado a una situación de insolvencia provocada por una inadecuada mezcla de financiamiento en cuanto a la capacidad y momento que posee el activo para generar caja. Entonces, al mencionar la relación riesgo – rentabilidad, se está diciendo que la rentabilidad alcanzada por una empresa, requirió de cierto nivel de riesgo de insolvencia. De esto se deduce que, si la empresa muestra determinado nivel de rentabilidad con una razón de liquidez “sana” o bien, holgada, implica que la empresa no está potenciando las oportunidades del umbral de insolvencia que la haga más rentable. Pero, en el ejercicio de dichas labores, el administrador financiero prefiere habitualmente más liquidez, y por tanto, provoca en los principios financieros un ajuste del comportamiento acorde a su decisión, es decir, se aleja de la rentabilidad potencial en beneficio de aminorar el riesgo de pago.

La relación riesgo – rentabilidad se entiende como un principio financiero inmanente, porque en ellos existe una esencia de conducta particular, es decir, la esencia de esta relación hace que las cosas se realicen de determinada manera, y en la práctica financiera, hablar de este principio, debería entenderse de manera axiomática las acciones requeridas para alcanzar determinado nivel de rentabilidad.

Otra consideración, radica en que este principio financiero, a saber: riesgo – rentabilidad, en la práctica es liquidez – rentabilidad, o si se quiere más al extremo: insolvencia – rentabilidad. Cualquiera sea la posición de ésta, el principio financiero está asociado a los principios financieros de las fuerzas internas de la liquidez y exigibilidad, es decir, el principio de liquidez – rentabilidad, respecto a la liquidez está indexada a los otros principios financieros, a saber: fuerzas internas hacia la liquidez y exigibilidad, los que se explicarán más adelante.

Ahora bien, ¿qué se logra con destinar esfuerzos para que el principio de las fuerzas internas hacia la liquidez sea coherente con el principio de las fuerzas internas hacia la exigibilidad?

Si ambos principios mantienen una correspondencia directa, quiere decir que cuando el activo se transforma en liquidez existe al mismo momento un pasivo que se está haciendo exigible, por lo cual ante esta condición, los activos y pasivos están equilibrados. La pregunta aquí es si dicho estado de cosas es bueno…? O bien, ¿es rentable o es riesgoso?

Respondamos la pregunta con un ejemplo: Si el activo circulante se le resta el pasivo circulante se obtiene el denominado capital de trabajo neto, pues bien, esta porción en el balance general de la empresa, aparece financiada con deuda de largo plazo, lo que supone que dicho capital de trabajo posee una fuerza interna hacia la liquidez de largo plazo, por esta razón se financia con fuentes permanentes, lo cual nos invita a concluir que ambos principios están equilibrados.

La pregunta ahora es ¿cuál es la ganancia y el costo de dicho equilibrio de largo plazo? Primero, la ganancia radica en que la empresa muestra un buen índice de liquidez, por tanto financieramente está en buena posición ante los ojos de los acreedores. Desde el punto de vista de los costos, la deuda de largo plazo es más barata que los fondos que aporta el accionista para financiar el capital de trabajo, por lo que siempre es mejor el mínimo costo. Sin embargo, en la práctica las cosas no son siempre totalmente lo que son, por ejemplo en los costos fijos también existen los costos semi fijos, por tanto pensando en esto, si el capital de trabajo es financiado con fondos de largo plazo, es por que también la generación de caja del capital de trabajo es de largo plazo, pero, se podría decir que una parte pudiere ser de corto plazo. Si esto es así, la empresa podría financiar dicha porción del capital de trabajo neto con préstamos de corto plazo a una tasa más baja que la deuda de largo plazo. Esto tendría dos efectos. (1) desde el punto de vista financiero disminuye el índice de liquidez. (2) desde el punto de vista económico, se imputa un menor cargo por concepto de intereses, mejora marginalmente las utilidades y por ende mejora la rentabilidad. Aunque este fenómeno aparece encubierto en el balance general de la empresa, es menester del administrador financiero auscultar dichos números al amparo de los principios financieros, esto es en el caso que de desee obtener mejores niveles de rentabilidad.

De lo anterior, se desprende que es mejor desequilibrar que equilibrar financieramente. Este ejemplo nos dice que los principios financieros de las fuerzas internas, deben ser entendidos y manipulados sobre la base de la función del administrador financiero. Por otra parte, el hecho de aumentar la exigibilidad en el corto plazo, implicó una disminución de la liquidez y a su vez se produjo una mejora en la rentabilidad, es decir, existió un ajuste entre el riesgo y la rentabilidad. Por tanto, estos principios actúan de manera sincronizada entre sí, aunque no lo sepamos, la ventaja se produce cuando lo sabemos y así, es posible alcanzar rentabilidades superiores, pero con umbrales de insolvencia.
[1] La deuda muestra un buen desempeño en la medida que está incrementando la rentabilidad, medida que se establece mediante el Factor de Apalancamiento Financiero.